Si me preguntan cuantas vallas publicitarias de algún candidato político recuerdo, la respuesta es simple y contundente: Gina Parody, antes y después de su fusión con Mockus. Tal vez fue una cuestión de descarte por género, tal vez fue porque era la única (valla) que veía al salir de mi casa todos los días. Es más, no recuerdo haber visto ninguna valla de otro candidato, no se si es porque en los trancones uno va preocupado por otras cosas, o porque los de sus centrales de medios hicieron una mediocre labor, digamos que 50-50.
Si me preguntan cuantas cuñas recuerdo, la respuesta es la misma: las frondias “tropipoperas” de Gina Parody, nada más. Me sorprende no tener en mente absolutamente nada de nuestro nuevo Alcalde electo: Gustavo Petro, ¿será que la política del amor prohíbe invertir dinero en publicidad o será que, como prometió que regalaría agua, las quería sin costo alguno? Nunca sabremos las respuesta a esa pregunta.
¿Castro, Luna y Galán? Igual que en las encuestas y los resultados. No recuerdo haber visto nada de ellos. Por cuestiones de trabajo tuve que ir un día a la sede de Luna y recuerdo que estaba perfecta y completamente “brandeada”, nada más, ni cuñas, ni comerciales, ni prensa, ni revistas, ni rastros.
No se si es por la apatía que siento hacia la política o porque estaba muy concentrado viendo “Yo me Llamo”, mientras los candidatos hacían campaña, pero no tengo en mente un solo comercial de algún candidato a la Alcaldía, lo que si recuerdo es como el candidato del Polo Democrático, Aurelio Suárez, logró cubrir toda la ciudad con sus afiches de “¿Quién es Aurelio?”… Yo si se quién es Aurelio, el ex-candidato a la Alcaldía y el nuevo mejor amigo, o enemigo, de “Pepe Pegotero”. Espero que la ciudad quede igual de fea a como estaba antes. Espero también, que el señor Gustavo Petro, una vez Suárez la haya limpiado, la mantenga impecable durante su #politicadelamor.
Estamos en la era digital, así que leo la prensa pero en mi iPad y no tuve el (dis)gusto de ver los periódicos repletos de anuncios invitándome a votar por este, por el otro, por todos, por ninguno. Lo que si tuve la oportunidad de ver, y esto no lo considero publicidad, fue las campañas en redes sociales de todos y cada uno de los candidatos, ah, y alguno que otro anuncio patrocinado en Facebook, al cuál obviamente jamás le de clic.
¿Que si recuerdo alguna “JJugada” propagandística sucia? Claro que sí, pero ni esto ni nada de lo anteriormente mencionado, desde mi humilde y sarcástico punto de vista, incidió en las resultados de las votaciones. Claro, hasta ahora tan sólo hemos hablado de acciones publicitarias ATL, detesto tener que ser tan técnico pero para los efectos de demostrar mi punto es necesario hacer la distinción.
Los candidatos son expertos en política, son unos excelentes oradores y son unas personas muy elocuentes, bueno, todos menos Peñalosa que está hablando peor que el presidente Santos. Yo no se, ni me importa, de quién se asesoraron para todas sus cuestiones publicitarias pero debo felicitar, a los candidatos, no a sus publicistas, por ser los señores(as), maestros(as) y amos(as) del BTL.
¿BTL y política? Ustedes estarán pensando que me enloquecí, y están en lo cierto, pero creo que estos señores se desgastan y salen a la calle, a hacer contacto no convencional, y uno a uno, con sus consumidores, con su grupo objetivo, casi todos los días durante sus campañas.
El mensaje cambia y el medio lo hace constantemente con cada lugar al que tienen que ir. El lenguaje también lo hace, con todo el respeto y sin tintes de nada raro –yo se que algunos de ustedes son malpensados y tergiversan todo lo que uno dice-, no es lo mismo que Gina Parody le hable a una persona de estrato 6 que hace mercado en el Carulla de la 74 con 5ª, a que le hable a una persona de estrato 1 o 2 que probablemente tiene otra visión y otras ideas acerca de la política y de la vida misma. En eso son unos genios los políticos, en adaptarse a esa actividad BTL que es salir a hacer campaña.
Cada vez que vimos a un político en la calle, en un centro comercial, en un foro, en cualquier evento en vivo y en directo y que no estuviera dirigido, como pieza comunicativa, por un publicista/comunicador, estuvimos enfrentados a una actividad BTL. Creo que dichas acciones fueron más numerosas e impactantes que cualquier pieza publicitaria emitida por medios masivos de comunicación. La gente, y me incluyo, ya no le cree casi nada a los políticos y mucho menos a un mensaje preconcebido y pregrabado que suena y se ve libreteado.
Espero que la gente le crea cada vez menos a la publicidad y me atrevería a decir que cuando de publicidad política se trata nadie come cuento –así los resultados demuestren otras cosas-, eso es otra discusión.
Por mi lado, y concluyendo este humilde escrito, digo que no vi mucha publicidad tradicional durante esta larga y tortuosa campaña al segundo cargo público más importante del país, tampoco estuve en muchas de las actividades BTL de las que tanto hablo. Lo que si vi fue un puñado de mentiras y de falsas promesas, pero bueno, eso no es nada nuevo, ¿no? Los bogotanos estamos acostumbrados a no hacer nada por nuestra ciudad y a dejar que nos metan los dedos en la boca, aclaro que sí voté.
¿Qué si creo que la publicidad incide en los resultados de las votaciones? No. No creo que esté lo suficientemente bien estructurada para hacerlo. La publicidad, siendo algo tan banal, incide a la hora de comprar perfumes y chabacanerías varias, no para elegir el destino político de una ciudad. Lo preocupante es que la gente sí compra productos de consumo innecesarios gracias a la publicidad y a la hora de salir a votar, a cumplir su derecho ciudadano, el 53% de los bogotanos se hace el de las gafas, ojalá las “Ray Ban divinas como las de esa “propaganda”[1] que tanto me gusta”, oscuras.
Ese, queridos lectores, es el lado R de la publicidad política (pagada).
[1] Sarcásticamente. Debería decir comercial. (A veces hay que explicarlo todo).